Arrumbó sus maletas sin ningún cuidado y se dejó caer en su cama
mullida después de soportar la pesadez del viaje de regreso.
El vuelo había sido ligero, pero el abordaje y el trafico realmente era
lo que la tenía muerta.
Se quedó un rato inmóvil, asimilando todo lo que aquella travesía le
había dejado.
Tantos años!!! Tanto tiempo esperándolo….
Tantas noches imaginando como seria…
Pero….
Fue lo que esperaba?
No podía mentirse a sí misma…
Sabía que invariablemente, al menos una de esas noches, terminarían
juntos en la cama de su habitación.
Si… Fue bueno… Lo disfrutó como jamás pensó que podía hacerlo.
Sobre todo, porque él era el único que la había visto sin importar como
era.
Era el único que la había mirado a los ojos, y descubrió todo el dolor que se escondía en
su alma tímida y de esperanzas rotas.
Él fue el único que la vio aun entre las sombras y cuando nadie más
había querido verla.
Porque en él no encontró criticas mordaces ni las intenciones de
endilgarle más complejos de los que ya de por si cargaba en el alma.
Porque él fue el único que la tomo de la mano cuando ella con más
desesperación lo necesitaba, sin pedir nada a cambio.
Y eso era más sorprendente considerando lo lejos que estaban uno del
otro.
El…
Que era un hombre con un camino más avezado ya recorrido, con malicias más
crudas, con deseos casi brutales, con un sayal tosco y arisco…
El, que era un animal suspicaz y de desamores curtido…
El la tomo en sus brazos y la arropo con ternuras prístinas, y con un
cuidado casi etéreo, le cobijo su lastimada autoestima y se dedicó a coserla
retazo a retazo, día tras día, para unir todas esas piezas que le habían
arrancado otras personas durante su vida.
Qué extraño es el destino (ella si creía en todo eso).
Se dio cuenta y entendió que las personas perfectas llegan a la vida de
quien las necesita, siempre a destiempo.
El llego tarde a su camino, pero justo en el preciso momento.
Llego cuando más lo necesitaba, cuando más le hacía falta.
Y llego quizá con pretensiones falsas, pero con un amor gigantesco, que
era extraño para alguien que se ufanaba de ya no sentirlo ni tenerlo.
Levanto la cara y dejo que el sol que entraba por su ventana le pegara de
frente.
Entrecerró los ojos con esos mohines que le caracterizaban.
“De todos modos, ya sucedió”…
Si… Ya sucedió….
Pero …
Que sigue ahora?
Estaba enamorada?
Si…
De eso tenía la certeza completa.
Pero el problema es que ella sabía que él no la amaba de la misma
manera.
Quizá por la abismal diferencia de edades (aunque era muy absurdo).
Quizá por la diferencia de experiencias vividas.
Quizá porque él ya tenía una vida hecha (de la que ella supo mas
tarde).
Quizá porque él tenía miedo de entregarse de nuevo y por completo a una
sola persona, y prefería morder y arrancar el pedazo de carne, antes de que le mordieran
a él por la espalda otra vez.
O tal vez… Porque el sabia todo el daño que era capaz de causar por ser
como era (conscientemente, eso sí), y prefería cargar con las culpas, aunque no
fueran suyas, pero como un afán expiatorio para con quien fuera que quisiera
compartir su camino y sus penas.
Carajo….
Eso le daba tantas vueltas en la cabeza….
Aunque también, aunque no quisiera, se había preguntado si ella no era
suficiente para lo que el buscaba en una mujer?
Si, de acuerdo…
No debía preguntárselo, porque nadie debería basar su felicidad en lo
que otra persona opinase o esperase de uno mismo.
Pero a Armanda le habían hecho tanto daño tantas personas.
Incluso su familia y “amigos” le dieron puñaladas por la espalda en el
momento menos pensado.
Tenía tan lastimada el alma, que naturalmente siempre se preguntaba si
lo que era, sería suficiente para que alguien se pudiera quedar a su lado.
Se levantó de la cama con algo de congoja…. (No era la primera vez que
pasaba)…
Se quitó el pantalón, la blusa, el sostén….
Se quedó desnuda…
Y se colocó frente al espejo que estaba en la parte de atrás de la
puerta de su habitación.
Ese espejo, que en más de una ocasión se había erigido como cruel
verdugo de sus esperanzas.
Que se había hecho cómplice de todos esos idiotas que la criticaban, en
un afán torcido que justificaban diciendo “es que es por tu bien”….
“Pendejos”, musito…
Bajo por un instante la mirada (lo cual jamás debió hacerlo)…
A veces no reconocía a la mujer que veía en el reflejo…
Toco sus senos.. Su cintura… Vio sus brazos…
Invariablemente su vista llego a su vientre…
Su gesto se hizo adusto, y ella misma no entendió si era de tristeza o
de rabia.
Es curioso…
A pesar de que poseía una belleza natural y de matices cándidos, nunca
se consideró hermosa.
Sabía que espiritualmente era una persona maravillosa, pero no había
sido capaz de trasladar esa certeza a su cuerpo.
Tenía una cicatriz, producto de un evento terrible.
Vio sus estrías…
Su piel que ella consideraba imperfecta…
Ella se criticaba tan severamente… De manera tan virulenta…
Que por lo mismo aun no acababa de entender por qué él la consideraba
tan hermosa.
No entendía que la viera con una mirada de genuina admiración y de
ternuras.
No entendía el deseo que ella le provocaba…
“Carajo, de seguro ha de haber tenido mujeres bien buenas”… Pensaba…
Pero he ahí la cuestión…
Presuponía….
Fragmento. @EscritorCronico ® 2019
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