miércoles, 24 de julio de 2019

Y así era realmente el cuento...


No todo era lo que parecía o lo que las ancianas contaban....
Había algo mas... Torcido en aquella historia que parecía que llevaba vidas enteras habitando esos parajes secos y marchitos.

Aquella mujer había arribado a la aldea hace casi 30 inviernos.
Nadie supo verdaderamente como es que llegó.
Una mañana simplemente la vieron ir hacia el río con un balde destartalado.
Salió de la casucha desvencijada que se encontraba casi derruida por el abandono y que estaba justo en las afueras.
Nadie dijo nada... Y es que la gente realmente no sabia nada, y no habían querido preguntar... Y no es porque no tuvieran curiosidad, pero es que simplemente no se atrevían a indagar un poco tan siquiera.

Ella era muy callada...
Su mirada si bien no era evasiva, si era de un vacío algo inquietante.
Su cabello lacio, largo y rubio se desperdigaba extrañamente por sus hombros escuetos.
Sus labios eran muy delgados, de un color apagado.
Sin duda era hermosa.
Pero su belleza podría ser hasta intimidante, por decir lo mínimo.
Al menos, no se sabia de que alguien intentara pretenderla.
Nadie se le acercaba.

No le temían, pero si la evitaban..

Pocas veces la vieron por las callejuelas de la aldea, tapizadas del hedor de las heces de los animales domésticos, de moscas insolentes con su zumbar constante, plagadas de los chiquillos andrajosos y mugrosos que olvidaban con sus juegos, la miseria y la precariedad en la que vivían.

Y cuando ella pasaba con sus pies delgados y suaves, era como si el tiempo hiciera una pausa voluntaria para no perturbarla. Para no distraerla de sus cavilaciones silentes.
Todos callaban.
Todos la miraban.
Con un descaro que podría calificarse de insultante.
Casi contenían la respiración para no inhalar su mismo aire.
Incluso los animales gemían y buscaban refugio fuera de su alcance.

Hubo un momento después de muchas estaciones en que se acostumbraron a verla en sus deambulares singulares por los caminos, sobre todo ya entrada la tarde, cuando se quedaba mirando ese muro de árboles altos y frondosos con sosegada curiosidad.
A veces podía estar ahí de pie por horas, sin que nada pudiera distraerla.
Incluso la habían visto, estoica, de pie aun cuando la lluvia azotaba con furiosa desesperación, en un afán inútil por quebrar sus resistencia.

Hubo un día de otoño, en el festival de la buena cosecha que la gente de la aldea acostumbraba llevar a cabo, en que comenzó todo.

Ella, en especial ese día, jamas se asomaba y cerraba sus ventanas para no permitir tan siquiera la intrusión del sol.
Sin embargo, ya casi cuando el festival terminaba, la vieron caminar apresurada con un vestido largo y blanco.
Mas pálida de lo acostumbrado y con la respiración que denotaba una agitación extraña.
Y sin decir nada, se interno entre la maleza, entre los arboles de aspecto mortecino, en esas tinieblas que tragaban sueños y esperanzas.
La vieron caminar  de prisa con una determinación aguda, casi enfermiza.
Y sin más, se perdió en la negrura....

Todos se quedaron impávidos, pero nadie hizo algún intento por detenerla o por ir a buscarla.
Se miraron entre si con la sorpresa dibujada en la cara.
Si bien imaginaban que ella se había atrevido a caminar durante las tardes por aquellos lugares, jamas pensaron que tomaría la decisión casi demente de aventurarse a tales horas por ese lugar.

Asumieron que lo mejor era no hacer nada en lo absoluto.
No tenia familia que reclamase ayuda (al menos, eso presuponian) para ir tras ella o tal vez para organizar una busqueda a mitad de la noche.
Sintieron un extraño alivio de que al paso de los días, no diera muestras ni rastros de regresar. Y mas aún, que nadie se atreviera a presentarse para preguntar por ella, o que había sido de sus pasos.

Hubo una calma que todos entendían que no duraría mas que lo necesario.

Una noche, alguien se percató que aquella casucha vieja a las afueras de la aldea, nuevamente tenia movimientos.
Luces tímidas se movían de un lado al otro sin control alguno.
La noticia corrió como la peste negra, y las abuelas se apresuraron a santiguar a los infantes, ya que en sus huesos sintieron que se avecinaba vorazmente una irrefrenable tragedia.

Aquel lugar pronto se tiño de otros colores.
Y casi de inmediato, en cacofonías perturbadoras, se escucharon gruñidos entre los arboles y entre los matorrales.
El viento llevaba aromas diferentes.
Se acercaron los nubarrones y la luz del sol abandono con temor aquellos lugares.

... No pasaron más de 6 días cuando las noticias de una aldea lejana llegaron a los oídos de todos los habitantes, que de inmediato supieron que la muerte acababa de tomar aposentos justo en el camino terroso que daba la bienvenida a su pueblo.
En aquel lugar, las calles empezaron a llenarse de sangre y las casas prodigaron ausencias.
Hombres, niños y mujeres por igual, sin razón aparente, habían empezado a desaparecer de forma desesperante.
Arrancados de la tranquilidad de sus antes seguros hogares, justo a mitad de la noche, en completo silencio, en total y absoluta serenidad, se perdían entre los solitarios parajes...

Y justo antes de los amaneceres, los que iban quedando, se llenaban de un maldito espanto cuando los gritos desgarradores de todos los inocentes llenaban el aire.
Suplicas que eran similares a los chillidos de los cerdos cuando son degollados, llantos, gemidos brutales.. Incluso podían oírse los huesos que crujían cuando se partían en aquella orgía de brutales apetitos.

Las aterradoras noticias decían que había una bestia que si bien atacaba regularmente a los rebaños, jamas tuvo el atrevimiento de acechar a los pobladores.
Y que todo había cambiado cuando una mujer silenciosa cruzo por sus calles durante el anochecer, y que sin emociones ni atisbos, camino hasta el páramo abandonado sin razón aparente.

Y todo cambió...

La saña hizo acto de presencia de manera que jamas imaginaron.
Una niña de 9 años fue la primera en desaparecer de su cama.
Una niña dulce, cándida, de ojos de almendras y cabello ralo, de caobas matices, y con un gentil desparpajo en su suave tacto.
Una niña que como ultimo arrullo escucho el gruñido brutal de aquel que le arrancaba la vida con rabia abyecta.
Niña que apago sus ojos justo cuando se los vaciaron de una feroz tarascada que fue prodigada sin culpa y sin pena.
Una niña que como despedida, gritó en una agonía sin paralelo en aquellas tierras, pues aun mientras vivía, le fueron arrancadas las entrañas y devoradas en despreciable parsimonia.

Solo fue la primera...
Solo fue el inició...

Aquella mujer de rubios cabellos solía deambular cada tercer día por las calles, antecediendo la matanza que sucedería luego.
Infantes recién paridos fueron alimento de aquel monstruo de infernales ojos.
Mujeres jovenes, hombres fuertes, ancianos y abuelas adorables conocieron la mas terrible de las muertes por las garras y fauces de ese ser infernal y sin remordimientos...
Todo eso... Cada masacre y degollina contemplada mansamente por esa mujer de labios pálidos y sin sentimientos...

Y es que después de cada escena dantesca...
Él se acercaba mansamente con los colmillos aun escurriendo de sangre, para lamerle las manos y las piernas.
Y ella, poseída por una emoción casi frenética, se convertía en suya, en su aberrante hembra.
Y enmedio de toda la carne masticada, de los huesos quebrados y las visceras aun calientes por haber sido recientemente arrancadas, la copulaba sin reparo, en un acto de impurezas paganas.
Ella recibía los embates de aquella encarnación de todo lo despreciable.
Bañada en los rastros de sangre que aun escurrían de aquel áspero pelaje, su nivea desnudez era acometida y mancillada una y otra vez sin descanso, sin conmiseraciones, sin un asomo de queja, sin un asomo de miedo.
Ella era montada con rabia infinita y en paroxismos tenebrosos.
Sus nalgas recibían aquel falo que era un hierro que la destrozaba no solo por dentro, ya que también le partía el alma.

Y cuando todo terminaba...
Se levantaba impávida...
Aquel animal, con una mansedumbre incomprensible, le prodigaba de ternezas inconcebibles, siendo que la había hecho su hembra y que recién había devorado a tantos inocentes de maneras ni siquiera descritas en las mas aberrantes historias de los escribas prohibidos.
Ese animal carnicero, animal de Gubia, proveniente del averno....
La bañaba con su lengua en asombrosa y dócil gentileza.
Casi como un cachorro... Casi como si la quisiera..

Ahora era dueña de su siniestro pensamiento..
Ahora era dueña de sus brutalidades y de sus aberraciones sin tregua.
Y dejaron juntos aquel pueblucho que ya diezmado, no les proporcionaba solaz a sus inquietudes putrefactas y descompuestas.

"Dios nos ampare!!" Gritaron las ancianas de la aterrada aldea cuando escucharon los gruñidos en el bosque y la vieron empezar a caminar por sus calles y con las manos escurriendo de sangre, marcando una a una, las endebles puertas....

"Dios nos ampare!!!" Y fue lo ultimo que se escucho en aquella desdichada aldea....

(Fragmento) @EscritorCronico (R) 2019





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Claro que te deseaba...

Claro... Te deseaba con una fuerza de la cual no tienes idea... Con esa misma fuerza y determinación con que las aguas encuentra...